viernes, 26 de marzo de 2010

Preciosa


Tengo un amigo cinéfilo que por más que pretendo llegar a un punto en común respecto a la crítica de alguna película, resulta que terminamos tan discrepantes y alejados como Nueva York de Tokio, o el color negro del blanco. No sé si sea porque yo no logro captar todo lo que nos quiso decir el realizador y mi cuate sea bien trucha, o de plano yo tenga que poner menos atención en lo que estoy comiendo mientras veo la película. Pero la apreciación es cosa de cada quien. El ver las cosas con distintas ópticas y de distintos puntos de vista siempre enriquece y sobre todo en lo referente al arte.

Nosotros como espectadores nos podemos dividir en varios bandos: en los que lloran como magdalena, los que piensan que están jugando con su inteligencia y otros más que simplemente la proyección les aburrió.

En el caso de Precious, la última película del director Lee Daniels y que ha sido el film independiente más premiado del año 2009, uno tiene que tomar uno de estos bandos. El título de la película procede del nombre de la protagonista, Claireece Precious Jones (una debutante y extraordinaria Gabourey Sidibe), es una película que pretende, con tintes Indie, mostrar una realidad atroz en los barrios negros del Nueva York de finales de los 80´s.

Precious tiene 16 años, es negra, muy obesa, analfabeta, fea, su madre la maltrata verbal y físicamente, además la expulsan de la escuela por quedar embarazada de su segundo hijo ya que es madre de una pequeña con síndrome de Down producto de las violaciones de su padre.

Con semejante drama no es difícil predecir la identificación del espectador con el personaje (es casi seguro que usted al verla diga: Pobre gordita). Sin embargo se vale darle la oportunidad al director que nos cuente esta historia, sabiendo aún que las cosas van a mejorar y que no todo está perdido.

La protagonista, insegura en sí misma por su aspecto físico y todavía más por el trato recibido, es enviada a una institución de educación alternativa para casos extremos, allí conoce el afecto entre sus compañeras y sobre todo a su profesora, esta última la persona que más le apoyará, demostrándole que existe el verdadero amor. Precious comenzará a salir del fango, se inicia en el arte de escribir poemas, se enfrenta al maltrato de su madre y además de exigir que la respeten, ella aprende a respetarse a sí misma.

La lente de Daniels es certera, y logra que espectador llore de tristeza y de alegría, lo que ocasiona que salga del cine con un buen sabor de boca. Sobre todo al poder plasmar en la pantalla el gran contraste de la fantasía, al estilo Disney , de una joven afroamericana y la tormentosa realidad que la formó.

Tal vez del bando de los piensan que están jugando con su inteligencia digan que estamos ante la lágrima fácil, y que el director, comercialmente, nos da lo que vamos pidiendo, ya que el camino de Precious alcanza a ver la luz.

Mientras tanto el otro bando, el de nosotros los llorones, podemos decir que estamos ante la mejor peli que hemos visto en lo que va del año.

Véala, el cine no empacha.

miércoles, 24 de marzo de 2010

The Hurt Locker o Zona de Miedo

“The rush of battle is a potent and often lethal addiction, for war is a drug”

Chris Hedges, Corresponsal de guerra.

Me gusta mucho el buen cine bélico, es una fascinación que he tenido desde niño. Y el responsable (o irresponsable) de eso es mi padre. A principios de los noventas comenzó la moda de la renta por catálogo en la ciudad donde vivíamos, así que como buenos ciudadanos promedio mis padres sacaron su credencial para poder rentar las películas en formato beta (si hay menores de 25 años leyendo esto, busquen en Internet que es ese formato) y así, de la manera más novedosa, poder ver las pelis en casa que hace un par de meses estaban sólo en las salas de cine. El catálogo del “Multivideo” comenzó a crecer gracias a la popularidad de la nueva forma de entretenimiento. Mi padre nos llevaba cada jueves a rentar, casi siempre él se quedaba estancado en el apartado de películas bélicas o de acción. Así que a la edad de 10 años ya había visto El Puente sobre el Río Kwai, El día más largo, Patton, Francotirador, Gallípoli, Full Metal Jacket, De aquí a la eternidad, Pelotón y la máxima de todas ellas: Apocalipsis Now, en su versión de 2 horas y media, misma que ví sin dormirme. La guerra retratada en el cine de aquellos años me acompañó hasta bien entrado en la adolescencia.

De ahí mi respeto y admiración por ese tipo de películas. Sin embargo crecemos y cambiamos, pero queda en nosotros el germen de toda esa información fílmica almacenada en nuestra memoria. Así que debo reconocer que aún me emociona entrar al cine a ver una bélica. Con The Hurt Locker o Zona de miedo sucedió lo mismo pero salí con el reiterado argumento para no volver a ver en mucho tiempo una película de guerra, o por lo menos una película de guerra americana. Y es que una vez más los gringos quieren justificar su estancia y la invasión de sus tropas en territorio “hostil y propenso a ser cuna de terrorismo”. Nuevamente quieren hacer creer al mundo que ellos velan por los derechos de los civiles de esos países que apenas comienzan a caminar en la democracia. Para eso se valen de recursos mediáticos como la entrega de los premios Oscar que otorga la academia de cinematografía americana con marcados tintes políticos. El uso del cine como mecanismo mediático para la aprobación de un pueblo para ir a la guerra, es un recurso muy viejo, el mismo Hitler lo uso durante su tiempo en el poder y como laboratorio de creación de héroes en el pueblo alemán mientras toda Europa era devastada por las armas nazis. De hecho, Tarantino hace burla de ello con un humor negrísimo en sus Bastardos Sin Gloria.

Lo admito, ví The Hurt Locker por puro morbo como resultado de tanto chisme y la cantidad de premios que recibió antes de la esperada noche de los Oscar y como se fue perfilando a ser una de las favoritas para esa noche, esto después de tener un par de meses de haber salido de la cartelera americana. La historia se desarrolla meses después de la invasión a Iraq en 2004, el sargento de primera clase William James (Jeremy Renner) se convierte en el líder de una unidad antibombas con la compañía Bravo del Ejército americano, reemplazando al sargento en jefe Matt Thompson, quién murió a causa de la explosión de una bomba de la resistencia en Bagdad. James se integró con el sargento J.T. Sanborn y el especialista Owen Eldridge, cuya labor es la de comunicarse y cubrirle la espalda al líder de la unidad mientras este examina los artefactos explosivos. James es un experto en bombas y un irresponsable y adicto a la adrenalina que pone en riesgo su vida y la de su unidad con acciones precipitadas. Durante toda la cinta somos literalmente bombardeados por situaciones que aumentan el suspenso a niveles que cansan.

Zona de miedo no es una película de critica a las políticas bélicas de los americanos. No es tampoco una reconstrucción de la realidad de los soldados en Irak, aunque hay que reconocer el excelente trabajo de su realizadora Kathryn Bigelow en la atinada dirección de fotografía (por Barry Ackroyd de United 93) y la utilización de un estilo que emula el documental pero con toques refinados de planos totalizadores y subjetivos, mismos que en conjunto nos dan un acercamiento a lo que son las “tripas” de lo que algunos americanos han llamado su droga: La guerra.

Entonces al llegar a casa preferí poner música, comer algo ligero y llamar para saludar a mi padre.

lunes, 22 de marzo de 2010

La Naranja Mecánica


El panorama es desolador en la nuestra frontera tamaulipeca. La violencia parece no tener limite. ¿Será la violencia un elemento principal en el comportamiento del ser humano, o será una muestra de la sofisticación en los mecanismos del hombre en sociedad? ¿Hay algún detonante en el mundo en el que somos recibidos que nos amamante hasta ser violentos? ¿Todo ser humano nace con el germen de la maldad? Ante estas preguntas parece ser que Kubrick tenía algunas respuestas, o no solo respuestas, sino tratados completos de la conducta del ser humano plasmados en obras maestras de cine. En La Naranja Mecánica, Stanley Kubrick muestra una supuesta sociedad futura extrapolada a las utopías de aquellos años y sobre todo, la utilización de los grandes recursos que los medios de comunicación brindaban a los órganos de poder como herramientas y ejecutantes del adoctrinamiento de las masas a través de mensajes cargados de la ideología del sistema político en turno. Dublín se convierte en el laboratorio en el cual el cineasta experimenta con las estructuras y las teorías conductistas muy de moda en la década en la que vio su estreno: Los 70. Basada en la novela homónima de Anthony Burgess, La Naranja Mecánica es la historia contada en primera persona de Alex DeLarge, un joven sediento de violencia , un amante de Beethoven, del sexo, y líder de una banda de "drogos" (la visión futurista de una pandilla de adictos a una droga sintética que se toma con leche), y todo el largo camino de su re-incorporación a la sociedad, después de ser encarcelado y además al ser el conejillo de indias de un supuesto nuevo método de reintegración de los delincuentes a la sociedad, llamado tratamiento Ludovico, basado en brindarle al interno una sobredosis de violencia visual y drogas que le causan dolor al recibir el estimulo multimedia y como resultado de la terapia impartida por el Estado. Alex asimila que ha cambiado y que será útil en la sociedad de la cual hace tiempo renegaba de sus leyes y moral.

Hablar de la Naranja Mecánica como discurso cinematográfico es igualmente de rico, pero a la vez denso, que el discurso sociológico que lanza.

El tratamiento Ludovico (la terapia utilizada para convertir el ser violento de Alex a un ser tranquilo y socialmente adaptado) se caracteriza por el estímulo al que se le somete con los interminables vídeos de violencia y sexo. Como el se identifica viéndolos se le castiga obligándole a verlos sin poder siquiera pestañear, ni moverse durante sesiones maratónicas, utilizando herramientas de tortura como sujetadores de párpados, humectantes y drogas, para inhibir sus conductas violentas. La eficacia depende de la intensidad, la constancia y ritmo metódico entre respuesta y castigo. El resultado es un Alex amansado, un hombre que de ser victimarío se convirtió en victima del poder y de los artefactos del mismo en su intento interminable de la concepción de una sociedad utópica. ¿Será acaso que en nuestro país los niveles de violencia expuestos por los medios nos obliguen a ser distintos, ser más violentos o estúpidamente insensibles a la misma? ¿Tendremos Todos un Alex DeLage en nuestro interior?

Señor Kubrick usted lo sabia todo.

Marzo 12 del 2010